Malezas resistentes en Argentina, una mirada desde el norte
Fuente: MalezaCero.com.ar
Santiago Zuberbuhler, Key Account Manager de Kleffmann Argentina, realizó un relevamiento y análisis para el sitio norteamericano FCI (Farm Chemical International) acerca de la problemática de malezas en nuestro país, su origen, evolución e implicancias.
En su relato comienza puntualizando cómo los productores argentinos están constantemente empujando los límites de las tierras arables. “Los tratamientos que aplican para proteger sus cultivos en esas tierras representan un mercado creciente valuado en 2.5 billones de dólares, sólo en materia de agroquímicos. Alrededor de un 65% de ese valor está apuntado a control de malezas”, describe.
En 2014, 33 millones de hectáreas fueron cultivadas con cultivos extensivos y casi un 60% de esa área estuvo representada por soja.
Fuente: Kleffmann Group AMIS “Panel data and Research”.
Estos mapas de la Consultora que gerencia Kleffman muestran las hectáreas tratadas por Conyza bonariensis a lo largo de los años comprendidos entre 2009 y 2014. En 2009, menos de 250 mil has. estaban bajo tratamiento. A lo largo del tiempo, la intensidad de los tratamientos fue en aumento al punto de que en 2014 había más de 4 millones de hectáreas de área de desarrollo tratadas.La evolución de malezas “arables” Así denomina Kleffman a las malezas que hoy cruzan la realidad del agro nacional y describe el proceso que nos llevó hasta ellas.Motivados por la baja en los precios de glifosato, la siembra directa fue un cambio de técnica que se jugó en los paisajes agrícolas argentinos en la década del 90´. Los productores nacionales adoptaron tempranamente la biotecnología RR y rápidamente los cultivos de soja RR colonizaron gran parte de la tierra arable argentina. La soja RR combinada con el glifosato triunfó como un sistema simple y efectivo en cuanto a costo para el manejo de malezas. En los 90s ninguna especie de maleza presentó un desafío contra este abordaje. Por casi 20 años, el uso continuado y generalizado de la misma estrategia, ahora también posible en algodón y maíz RR, produjo una alta presión de selección en la población de malezas dando lugar a especies resistentes a glifosato.Conyza bonariensis fue la primera especie tolerante en emerger por el uso intensivo de glifosato. Esta maleza comenzó en el sur de las provincias de Córdoba y Santa Fe, y en el norte de Buenos Aires. Este proceso de colonización fue seguido por la retracción de los cultivos de invierno, los cuales fueron abandonados por los productores por la implementación de las cuotas de exportación de trigo. Luego, Conyza se expandió rápidamente al resto del país emergiendo en menos de cinco años, como la maleza más apuntada en Argentina.Sorghum halepense aporta otro ejemplo interesante. La biotecnología RR se convirtió en la solución para controlar esta maleza progresiva en los 90s. Después de 15 años de control exitoso, apareció el primer individuo resistente a glifosato lo cual requería un nuevo acercamiento al manejo de malezas.Amaranthus ha surgido como una de las más recientes malezas resistentes a glifosato y es un excelente ejemplo del rápido ritmo de colonización que pueden alcanzar las malezas una vez que se vuelven resistentes.Los mapas arriba citados muestran el “super” desarrollo de las áreas manejadas por resistencia en especies de Sorgo y Amaranthus en 2014. El crecimiento del área afectada se ha incrementado notablemente desde 2009.El paso adelante “En la última década, los productores argentinos han prácticamente triplicado su esfuerzo económico en el manejo de malezas en cultivos de soja, desde una base $20 por hectárea por cultivo por año en 2005, a $60 por cultivo anual en 2014”, apunta Kleffman. Este incremento en los costos se explica, según su consideración, por 4 drivers principales: precios de producto, ajuste de dósis, numero de tratamientos por hectáreas y variaciones en la cualidad de la paleta de herbicidas. De los 4, sólo los precios son externos al productor en sí. Los 3 restantes son cambios en la manera en que los productores manejan a las malezas y representan un 70% del incremento en los costos. Este uso temprano y generalizado de tecnología está costando un promedio de $28 por hectárea por año, lo cual totaliza más de medio billón de dólares por año. “Esto significa que para preservar esta tecnología para el futuro los productores deberían tomar un rol activo en considerar cuidadosamente su uso y no dejar que la industria lo maneje por sí sola”, afirma Kleffman.“En los próximos años- concluye- la línea de desarrollo entregará nuevas tecnologías y una nueva generación de productores jóvenes, con mayor nivel de educación, estará en el lugar de usarlas. Esta combinación de tecnología y jóvenes y estudiosos productores provee oportunidades significativas para crear nuevos productos y plataformas agronómicas que ayuden al sistema de producción a evolucionar en base a la sustentabilidad tanto para los recursos tecnológicos como ecológicos”. Recurso: http://www.farmchemicalsinternational.com/